01-06-2017
La diversificación , aunque muy útil y sin duda recomendable para reducir la incertidumbre de los rendimientos, no obra milagros: siempre persiste un cierto riesgo del que no podremos deshacernos aunque repartamos nuestra inversión entre todos los activos disponibles.
Esta persistencia permite descomponer el riesgo total asociado a una inversión en dos elementos:
¿Cómo se miden?
De manera preliminar, podemos cuantificar el riesgo sistemático mediante la desviación típica de una cartera convenientemente diversificada, puesto que añadir nuevos activos no reduce la volatilidad de la misma. El riesgo idiosincrásico resulta más complicado de medir y sólo puede aproximarse comparando la volatilidad del activo aisladamente con la de una cartera diversificada que lo contenga: la diferencia entre ambas nos servirá de indicador de riesgo no sistemático.
Por ejemplo, algunos factores de riesgo no sistemático de las acciones de un banco pueden ser un cambio en el equipo directivo, la adquisición de algún rival o la publicación de información no esperada sobre alguna área de negocio; los factores de riesgo sistemático incluirían la evolución de los tipos de interés o del tipo de cambio, la marcha del P.I.B. o un nuevo gobierno.
No. Aunque el riesgo sistemático afecta a todos los activos disponibles para invertir en una economía, no lo hará de manera idéntica en todos los casos.
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